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jueves, 30 de agosto de 2012

Estructura molecular de la innovación

Cuando en 1953 James Watson y Francis Crick publicaron el famoso artículo "Model structure of nucleic acids: A structure for deoxyribose nucleic acid" en Nature, nadie suponía que una estructura en doble hélice pudiera dar para tanto. Desde aquella época, se considera a la doble hélice como el símbolo de los avances en Biología molecular y Biotecnología. Muchas de las entidades relacionadas con el sector biotecnológico, como la propia Young European Biotech Network, la Asociación de Biotecnólogos de Valencia o la Asociación de Biotecnólogos de León, llevan en su logo la propia figura mítica en doble hélice del ADN. También utilizaba el mismo diseño la última edición del Congreso anual de la Federación Española de Biotecnólogos, BAC2012.
Figura 1 - Artículo en Nature donde Watson y Crick proponían la estructura  en doble hélice del ADN. Fuente. 

A menudo, cuando hablamos de la famosa ecuación "I+D+i", podemos preguntarnos qué sentido tiene introducir una tercera letra, correspondiente a "innovación". Precisamente al comenzar este blog aludíamos a la necesidad de convertirnos en una economía basada en el conocimiento, que generara valor y riqueza no sustentándose en el típico binomio "ladrillo y sombrilla", sino apostando por la poyata del laboratorio. La competitividad, como reclamaba Carmen Alcaide, Ex-Presidenta del INE en 2009, es "lo único que podía permitirnos alcanzar el crecimiento potencial necesario para la creación de empleo". Añadía que "sólo aquellos sectores que se habían esforzado en innovar, conseguían salvar mejor los momentos de crisis".

Resulta difícil, sin embargo, definir qué es exactamente la innovación. En el Libro Verde de 1995 sobre Innovación, la Comisión Europea habla de ella en los siguientes términos:
"it involves the transformation of an idea into a marketable product or service, a new or improved manufacturing or distribution process, or a new method of social service"
Si estudiamos la innovación como proceso de tareas y no como resultado de las mismas, desde un punto de vista económico encontramos diversas teorías sobre cómo se genera la innovación. Los dos primeros  modelos (Technology-push y Market-pull) se diferencian en la fuerza qué determina el propio cambio innovador: si la propia investigación que genera nueva tecnología o la demanda en el mercado.

Figura 2 - Dos modelos básicos sobre innovación. Fuente
Ambos como observamos en la imagen corresponden a modelos lineales, aunque existen otros también importantes dentro de la Teoría económica (tales como los modelos por etapas, integrados, en red, mixtos o interactivos).

Por su impacto en el sector biotecnológico y farmacéutico, destacaremos uno: el modelo en triple hélice desarrollado en 1997 por Etzkowitz y Leydesdorff. Más allá de la famosa estructura de Watson y Crick, esta figura podría ayudarnos a entender qué significa la "innovación" en la actualidad. El modelo de triple hélice significa un cambio radical en el modo de entender cómo innovamos. Pasamos de una perspectiva lineal a enfocar el cambio como necesidad de la unión entre la Universidad, las empresas y las Administraciones públicas.


Figura 3 - Modelo de innovación en triple hélice. Fuente
Si atendemos a la aplicación de los modelos económicos e innovadores de las tres regiones más importantes en cuanto a protección de invenciones (Estados Unidos, Japón y Unión Europea), veremos que su forma de aplicar la "triple hélice" ha sido realmente diferente. En EEUU, por ejemplo, tras la promulgación de la Ley Bayh-Dole en los ochenta, se promovió mucho la relación Universidad - empresa, eliminando la mayor parte de trabas burocráticas que impedían la innovación. Como consecuencia, se generaron entre las décadas de 1980 y 1990 más de 250.000 empleos, con una riqueza de treinta mil millones de dólares.  

Gracias a esta Ley, en EEUU hay mucha mayor flexibilidad en cuanto a la patentabilidad y comercialización de invenciones por parte de Universidades, organizaciones sin ánimo de lucro y pequeñas compañías, aun cuando recibieran fondos públicos. Asimismo, permitió generar incentivos al sector privado mediante el desarrollo de licencias exclusivas por parte de las Agencias federales. Todo ello unido a una menor rigidez a la que estamos acostumbrados en nuestro país, en cuanto a generación de empresas, movilidad de investigadores o la introducción de capital riesgo en líneas de I+D.

Figura 4 - Imagen sobre el modelo de innovación en triple hélice. Fuente.

En Japón, sin embargo, la triple hélice no tenía un mayor peso privado. Debido a que este sector y el capital riesgo no apoyaron demasiado la I+D, Japón se vio obligado, a través del Estado, a financiar parte de la investigación y apoyar el desarrollo innovador.

En Europa, como ya hemos comentado en entradas anteriores, no contamos ni con fortaleza en nuestro sector público ni con grandes inversores que apuesten por la I+D en el sector privado. Ello se debe, salvo en casos muy aislados, como pueden ser Reino Unido y Alemania, a una legislación mucho más restrictiva que en Estados Unidos en cuanto a la generación de innovación, además de contar con un sistema universitario, en general, mucho más inmovilista. En cuanto al capital riesgo, a pesar de que en España el sector biotecnológico se situaba en tercer lugar en número de operaciones, su posición bajaba hasta la duodécima en cuanto a volumen de operaciones de capital riesgo, debido a nuestra percepción histórica elevadísima del riesgo, aun teniendo en cuenta el potencial versátil e innovador de la Biotecnología.
Figura 5 - Metáfora para principiantes para entender qué es el capital riesgo. ¿Germinará nuestra semilla económica? Fuente.

Por último, me gustaría lanzar unas ideas para reflexionar. ¿Qué falla en nuestra cultura innovadora? Apuntaba hoy J. Echevarría, en el curso de verano "Ciencia y Democracia" de la UPV-EHU, como citaba @JosePichel en Twitter que "la cultura científica es diferente de la cultura de la innovación que prioriza el bien económico". ¿Hacemos bien en separarlas? ¿Podríamos caer en el error de priorizar únicamente las líneas de investigación aplicadas (al menos a corto plazo), como comentaba luego @Diplotaxis? ¿Deberíamos contar, como apuntaba hace tiempo @erreuvedos, a raíz de este artículo, con especialización a la hora de innovar en nuestras empresas (e incluso en nuestras instituciones, añado yo)? ¿Qué tenemos que cambiar para ser innovadores, conseguir ser competitivos y generar empleo? ¿Qué falla en nuestra triple hélice? Y por último, ¿cómo nos afectará el crecimiento de países como China, Brasil e India, que hasta ahora no habían sido considerados en los análisis clásicos sobre innovación? 


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